La revolución del “todes”
- Lau Tuyaret
- 21 sept 2020
- 2 Min. de lectura

Las palabras que usamos definen nuestra concepción del mundo, nuestra óptica de la realidad. Quizás por esa razón, por ejemplo, en Brasil cuentan con más de 15 términos para expresar que "todo está bien". El lenguaje es un reflejo de este pueblo que se caracteriza, entre otras cosas, por su corazón optimista. Algunos movimientos, como el feminista, han planteado la posibilidad de desandar el camino e ir al revés, desde el significado hasta el término para cambiar las definiciones y, con ellas, las visiones. Es lo que sucede con la propuesta del lenguaje inclusivo.
El filósofo Peter Galisson ha sido uno de los primeros en introducir esta idea del contenido cultural del léxico y señalar que la cultura y la lengua se encuentran en perfecta y continua simbiosis.
Como decíamos, cada pueblo posee sus propias prácticas, modo de ser y percibir el mundo. En base a esto, construye un modelo cultural a partir de las relaciones que los integrantes de una comunidad establecen entre sí, con la naturaleza y con otros grupos. Toda esta experiencia se sintetiza en aquello que termina calificando como “sagrado”.
La lengua es el corazón de una cultura. El pueblo vasco enarbola el euskera como principal bandera de su independencia y “ser nación”. Pero esto no sólo se da en los países, sino también las comunidades. Las personas sordas, por ejemplo, defienden la denominación de su sistema de comunicación como “lengua” y no como “lenguaje”, debido a que posee su propia historia, su gramática y su estructura. La lengua tiene el poder de calificar lo que es sagrado y, así, lo sagrado termina siendo la lengua.
Cuando el movimiento feminista se propone la modificación del castellano, en el fondo lo que está haciendo es valerse del elemento más representativo para una cultura, más poderoso que cualquier bandera, más evocador que un ritmo musical o un estilo de danza. EN EL LENGUAJE SOMOS. Y en el lenguaje nos construimos.
Lo que aquí percibimos como una revolución lingüística en otras culturas no es una problemática. Para los angloparlantes, por ejemplo, el pronombre "they" (ellos/as) no tiene género. En alemán, por otro lado, “ellos” se dice “sie”, mismo término que también significa “ella” o “usted”. ¿Estas culturas vendrían a ser más inclusivas que la nuestra?
La estrategia se perfecciona si, con ello, logramos el apoyo de los educadores. Tanto en la Universidad de Buenos Aires (UBA) como en la de Córdoba (UNC) fue aprobada en 2019 la utilización del lenguaje inclusivo. En palabras de Emilio Tenti Fanfani, no olvidemos el poder de la escuela como mecanismo de socialización del conocimiento establecido normativamente como “relevante”. Es decir, es la educación (planificada desde los organismos estatales, claro) quien tiene la potestad de definir lo que vale la pena aprender o no. La educación a través del lenguaje define lo que es sagrado.
Se piensa en la modificación del lenguaje como una herramienta estratégica y poderosa para cambiar visiones. Ahora bien, ¿podrá ser posible modificar una estructura tan sólida e histórica como el lenguaje? Y, de ser viable, ¿transformará genuinamente esto nuestra forma de percibir la realidad? La respuesta sólo la tendrá el tiempo, quien nos confirmará o negará que el camino inverso fue posible.
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