El discurso del papa Francisco: rasgos políticos y construcción del adversario
- Lau Tuyaret
- 22 nov 2016
- 5 Min. de lectura

En las respuestas que le da a la prensa, el pontífice suele aludir a un contradestinatario muy particular.
Hice mi tesis para la maestría en Marketing político de la Universidad del Salvador sobre el discurso del papa Francisco. Siempre me llamó la atención su capacidad de influencia en el ámbito político y su alto nivel de adhesión. A medida que avanzaba su mandato se confirmaba que, más allá de ser un líder religioso, es un líder político.
Atenta a esto, quise salirme un poco del cliché "el Papa de los gestos" e indagar un poco más sobre su discurso y la respuesta espontánea. Es decir, no las palabras preelaboradas de homilías y Ángelus. Analicé en profundidad diez entrevistas, todas y cada una de las que dio durante sus dos primeros años de pontificado, ya sea a medios gráficos como televisivos (no hizo entrevistas radiales). Es así como nació esta idea y aquí comparto algunas de las conclusiones.
Un adversario muy particular
El primer (y principal) hallazgo al que pude llegar fue el siguiente: El discurso que utiliza el papa Francisco cuando contesta a las preguntas de los periodistas tiene rasgos de político.
En general, las características de las respuestas que el pontífice da a los periodistas se corresponden con las que Eliseo Verón establece que posee la tipología de discurso político, tanto en destinatarios, como entidades del imaginario y componentes.
Respecto a los destinatarios, se halla perfectamente delimitado el prodestinatario, es decir, aquel receptor que participa de las mismas ideas, que adhiere a los mismos valores y persigue los mismos objetivos que el Papa.
En sus respuestas yo pude hallar tres tipos de colectivos de identificación, en los cuales Francisco se reconoce a través de un “nosotros” inclusivo. Primero, aquellos que pertenecen a posiciones jerárquicas de la Iglesia. Segundo, los religiosos o consagrados. Y tercero, todos aquellos que profesan la religión católica.
Pero lo que hace que sus respuestas tengan rasgos de discurso político, sobre todo, es que su enunciación aparece inseparable de la construcción de un adversario.
Lo destacable de este aspecto queda revelado en que, en la mayoría de los casos, el contradestinatario parece encontrarse dentro de alguno de los dos primeros colectivos de identificación mencionados anteriormente. Es decir, al adversario, el enemigo frente al cual todo discurso político debe polemizar, el papa Francisco lo ubica dentro de su propio colectivo de identificación. Inédito, tratándose del jefe de la Iglesia.
De este modo, de aquellos que pertenecen a altos cargos en la Iglesia, sentencia que “no es bonito” cuando “uno busca ese trabajo”, en referencia a pretender ser elegido como Papa. Además, pareciera dirigirse a quienes se proponen perpetuarse en sus cargos: “No hay que dar preferencia a los espacios de poder frente a los tiempos, a veces largos, de los procesos. Lo nuestro es poner en marcha procesos, más que ocupar espacios”. Francisco polemiza cuando confiesa que si tiene frente a él un clerical se convierte en “anticlerical” de repente y afirma: “El clericalismo no tiene nada que ver con el cristianismo”.
De sacerdotes y religiosas, por otro lado, juzga que “no es un buen ejemplo” que “tengan un auto último modelo” o que descuiden la cercanía con los fieles: “La Iglesia es madre y ni usted ni yo conocemos ninguna mamá por correspondencia. La mamá da cariño, toca, besa, ama. Cuando la Iglesia, ocupada en mil cosas, descuida la cercanía y se comunica solamente con documentos es como la mamá que se comunica con su hijo por carta”. También denuncia que algunos consagrados se han convertido en “solterones” porque “no son ni padres ni madres. No han sido capaces de dar vida”.
"Esta no es una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas”
Cuando analicé el discurso de Sergio Massa inserté en este blog el concepto de saberes de creencia. Recordemos que, de acuerdo a la definición de Patrick Charadeau, los mismos implican juicios, sanciones morales, que comparte un grupo social, sobre los cuales se puede acatar o desacatar. Estas acciones, de alabanza o rechazo, conllevan una emoción.
En esta línea, en las entrevistas de las que participa, el papa Francisco hace uso de numerosos saberes de creencia que, en su mayoría, tienen dos contenidos que prevalecen: un juicio de valor compartido acerca de la Iglesia y del modo de vida de quienes trabajan para ella o que practican la religión católica, por un lado. Y por el otro, la presentación de un tercero, sobre el que se describe su situación, y sobre el cual también hay una creencia compartida colectivamente de que su situación es conmovedora.
Para esta nota, y para no extendernos demasiado, vamos a centrarnos en el primer contenido.
Se puede observar que en el saber de creencia referido a la Iglesia, tiene como receptor a alguno de los tres contradestinatarios mencionados anteriormente, es decir, se dirige a altas jerarquías del clero, a sacerdotes y religiosas o a quienes profesan el catolicismo.
Entonces, cuando el papa Francisco dice “esta Iglesia es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas”, está recurriendo a un juicio compartido colectivamente acerca de que dicha institución es cerrada. En el mismo sentido, se inscribe: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad”. O, de modo más directo: “Hay homilías que son un desastre. No sé si la mayoría, pero no llegan al corazón. Son clases de teología o son cosas abstractas, o largas”.
A las altas jerarquías de la Iglesia les pide no ser “príncipes”, a los religiosos “austeridad”, y a los católicos “amor al prójimo”.
Los saberes de creencia que utiliza Francisco para apuntar hacia adentro, es decir, hacia su propio colectivo de identificación también se refieren a la necesidad de aggionar la Iglesia, porque “hay cosas que servían para el siglo pasado, para otras épocas, o para otros puntos de vista, y que ahora no sirven más y que hay que reacomodar”. Asimismo, tienen como contenido la relación que ha tenido esta institución con el poder político a lo largo de la historia: “Casi nunca ha sido así (apolítica). Muy a menudo, la Iglesia como institución ha sido dominada por el temporalismo y muchos miembros y altos exponentes católicos tienen todavía esta forma de pensar”.
El jurado que evaluó mi tesis dijo que este es uno de los principales hallazgos de mi investigación. El hecho de que la construcción del contradestinatario por parte del papa Francisco, la mayoría de las veces es ubicado dentro de su propio colectivo de identificación. Para dirigirse a él emplea juicios compartidos colectivamente sobre la Iglesia, sus altas jerarquías, sacerdotes y religiosas y hasta los mismos católicos practicantes. Los señala, los cuestiona y, al mismo tiempo, los exhorta: A abandonar el “clericalismo”, a ser más “próximos” con la gente, a ser “semilla de amor”, a dialogar con los no creyentes, a convertirse en un “hospital de campaña tras una batalla”.
Todos saberes de creencia insertos en la sociedad en general. Son cosas que la gente, en general, piensa sobre la Iglesia. Lo destacable es que, en este caso, no lo está diciendo cualquiera. Quien critica a la Iglesia es el mismo conductor de ella. Es el Papa. Algo impensado.
Si te interesó esta nota y querés conocer a qué otras conclusiones llegué a través de mi tesis, suscribite a mi blog y podrás bajar gratuitamente el libro que escribí sobre este tema.
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