Juliana Awada como estrategia de marketing político
- Lau Tuyaret
- 18 jul 2016
- 3 Min. de lectura

Está ahí siempre, al lado del Presidente. Luciendo su sonrisa y sus mejores atuendos. Sencillos y, al mismo tiempo, elegantes. Casi como es ella. La mayoría de las veces la acompaña su hija más pequeña, Antonia. Los tres forman una estampa, ya típica de cualquier evento patrio o acto protocolar. Pareciera que la gente (y los medios) está esperando ansiosa que ella aparezca. Para hablar de su ropa, sus gestos, su relación con el Primer Mandatario. Ese mismo día estará en boca de todos: qué se puso, qué hizo, qué dijo. Ocupando lugares centrales en portadas de diarios online, magazines televisivos y, por qué no, algún que otro noticiero. Juliana Awada, en sus reportajes previos a convertirse en Primera Dama, hablaba del "amor", de la "bondad" de su marido, del deseo de éste de "mejorar" la situación del país. De vuelta, la sencillez. Y los medios, ahí, atentos. Con esa gran facilidad que tienen de hacer zoom sobre las cosas simples y aumentarlas hasta que sean más grandes que ellos mismos. Durante la campaña por la presidencia en 2015 se la vio de mil formas. Desde convidando empanadas a los miembros del equipo hasta estampandole un apasionado beso a Macri tras finalizar el último debate. En un adelanto sobre su libro, el periodista Franco Lindner hizo referencia sobre esta construcción de la imagen de Awada como estrategia de marketing político durante la campaña. Según el periodista, el consultor del PRO Jaime Durán Barba ya había puesto los ojos en ella, tanto como para aconsejar que se ensayara ese beso que le pusiera el moño al debate de Macri con Daniel Scioli. "Juliana lo hacía ver como un buen tipo, y no como el temible monstruo que describía la propaganda kirchnerista: un millonario insensible que venía a hambrear a los argentinos", asegura el periodista sobre la mirada de Barba. Dice Carolina Guerrero Valencia que las Primeras Damas en América Latina "tradicionalmente han cumplido un rol protocolar y social dentro del gobierno", pero que en los últimos años han obtenido nuevas funciones "adquiriendo un alto grado de influencia política, lo que se ve reflejado desde las campañas electorales hasta el ejercicio del gobierno, donde participan activamente del proceso político colocando temas en la agenda pública, formulando programas y políticas, participando en viajes oficiales, conferencias y cumbres internacionales como representante de sus respectivos países". Hasta ahora poco se la ve a Awada manejarse sola. Pareciera que la forma en que vende más es colocándola como ladera de Macri. Vende que sea su acompañante. Le da al Presidente lo que le falta a su imagen y a su discurso. Qué mejor que una "hechicera" al lado, que lo haga ver enamorado y sensible, y que de paso "hechice" al público. Qué imagen más tierna se puede conseguir que la de un padre de una familia feliz. Sin embargo, el equipo PRO ya pensó en Juliana Awada como actor político más independiente y creó un cargo especial, en manos de María Reussi, denominado informalmente como “asesora del Presidente en cuestiones de la Primera Dama”. Esta funcionaria, que tiene un sueldo de 90 mil pesos mensuales, vendría a hacer las veces de coach cuyo objetivo es, se dice, darle una impronta política al rol de Juliana, a imagen y semejanza de Michelle Obama. Una vara un tanto alta.
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