¿Qué hubiera pasado si Francisco aceptaba los 17 millones?
- Lau Tuyaret
- 13 jun 2016
- 3 Min. de lectura

Casi desde esa misma noche de octubre, en la que se conocieron los primeros datos de las elecciones de 2015 y Mauricio Macri hacía su ya clásico bailecito inmerso en un mar de globos celestes y blancos, se especula que al papa Francisco no le gusta para nada el nuevo presidente que eligieron los argentinos. Que por qué no lo llamó para felicitarlo, que su preferido parece que era Scioli, que canceló su viaje prometido a Argentina para el 2016, que lo recibe con mala cara y la reunión solo dura 20 minutos. ¡Y ahora esto! Ordena a los directivos de la Fundación Scholas Ocurrentes a devolver la donación de casi 17 millones de pesos por parte de Presidencia de la Nación. El oficialismo, nos dicen, actúa como el novio salamero que busca el perdón de la novia ofendida poniéndose aun más mimoso: Llamadas para el cumpleaños, visitas protocolares con balances positivos que no se los cree nadie, donaciones exorbitantes. El pensamiento lineal (o cuadrado) nos lleva a silogismos básicos como este: "Macri era enemigo de Cristina. El Papa era enemigo de Cristina. Entonces Macri y el Papa tendrían que ser amigos". No podemos entender, no nos cabe en la cabeza, por qué Francisco no ha tenido una mera muestra de simpatía -cuando menos, una sonrisa- con el principal opositor de los Kirchner. Los mismos que lo mandaron a investigar y, se dice, propiciaron tremendo carpetaso en el cónclave de 2005, vinculándolo con la dictadura del 76 y evitando que fuese elegido Papa en aquel entonces. Pero la política, amigos, no es tan lineal. Quien era tu enemigo, hoy es tu amigo. Quien era tu compinche, ahora te clava un puñal por la espalda. Incluyendo algunas variantes, como gritar a viva voz que mi amigo es mi enemigo, solo porque me conviene. O viceversa. Total después nos comemos un asado todos juntos. Sin embargo, siempre existe esa antinomia que es la que, por así decirlo, hace funcionar el lado menos productivo de la política. Esta antítesis es una forma de concebir lo político. Su forjador, el pensador alemán Carl Schmitt, ya decía que los hombres se alinean en amigos y enemigos y la política surge de ese antagonismo. Y los medios están ahí acechando. Con la boca hecha pura saliva, como lobos hambrientos frente a su presa. Ansiosos por simplificar las relaciones, por traducir la no linealidad de la política en clave amigo-enemigo. Y esto es porque esa técnica siempre vendió. Así como vendieron Batman contra el Guasón, o Luke Skywalker contra Darth Vader, o Harry Potter contra Lord Voldemort. Ahora bien, si se piensa en la figura de Mauricio Macri, ¿quién es su antagonista? Cristina solo rompe el autoexilio cuando debe comparecer ante la Justicia y se niega a aparecer en los medios. El kirchnerismo se ha convertido en una masa deforme sin vocero oficial, que sangra de vez en cuando algún nuevo miembro. Sergio Massa se ha autodenominado líder de la oposición pero, fiel al método "encuesta, luego actúo", su opinión siempre va a tender más a la demagogia que a demoler a su contrincante. Así las cosas, tenemos a un Presidente que a sus 6 meses de gestión aún no tiene enemigos determinantes. Y la novela en los medios tiene que seguir, chicos. Y qué mejor que dibujarle unos adornitos polémicos a estas idas y vueltas a los entrecruces con el Santo Padre. Que resulta más atractivo. Que vende más. En última instancia, ¿qué hubiera pasado si el Papa aceptaba los 17 millones para Scholas Ocurrentes? Se iba a criticar que reciba semejante cantidad de dinero, sin tener una poca consideración con los argentinos pobres (o los pobres argentinos, que casi vendría a ser lo mismo). Es decir, no se hubiese convertido en amigo de Macri.
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